sábado, 12 de octubre de 2013

Ayer ... sí termina

Ayer no termina nunca (2013), Isabel Coixet


Nunca hasta ahora había comentado ninguna peli de esta directora que ha impactado en mí con la misma evolución que ha experimentado el reconocimiento al valor de su filmografía: de más a menos. Nunca había comentado ningun film del que hubiese cubierto su rodaje, como ocurrió en este caso hace justo un año para La Finestra Digital. Y nunca habría imaginado, cuando empecé con el blog hace justo dos años, que ésta, precisamente, sería la última película que comentaría aquí. Así que, mi querida Isabel, ayer sí termina. Por supuesto, todo esto nunca es casualidad, y siempre causalidad (veritat Albert?). En mi próximo post tendréis sorpresas...
La peli es, sin duda, uno de esos ejemplos que a veces ofrece el cine fundiéndose con el teatro. Sólo que en esta ocasión habría funcionado mejor sobre un escenario que sobre una pantalla. Una única localización (prácticamente), dos únicos personajes y mucha puesta en escena dramática.
La Coixet ha querido recuperar ese sello de retratar la intimidad que tan bien le funcionó en sus inicios, pero sin la frescura y espontaneidad con las que se dió a conocer. Tiene la discutible virtud de crear unos diálogos que parece que están funcionando hasta que llegan a una frase en la que aflora su ñoñez. Suele vérsele siempre el plumero buscando expresiones que de tan puestecitas tiñen la situación de saturadamente cinéfila. A eso hay que añadirle el ambicioso y suicida atrevimiento de querer dilatar un diálogo intenso y emotivo durante hora y media. Ese es un reto que me temo está reservado para los más grandes.
Con todo ello, me parece que el resultado no merece las críticas que cosechó. Su fondo es un frío telón de piedra sobre el que se proyecta el pasado de una pareja y sus secuelas, tema infinito sobre el que he comentado varias películas en los últimos meses. Su enfoque es una desgarrada contraposición sobre dos maneras extremas de entender la vida: adoptar el carpe diem vs. aplazarlo sine die. Huelga decir con cual me alineo.
Pero no quiero trivializar con un sentimiento que me produjo la peli, al que contribuyeron las acostumbradas grandes interpretaciones de Javier Cámara y, sobretodo, de una soberbia Candela Peña, una de las mejores actrices españolas sin tener en su curriculum aventuras internacionales (ni falta que le hacen).
Ese sentimiento al que me refiero fue una espontánea sensación relacionada con la manía que todos tenemos de influir en los demás. Para mí, la libertad debe ser aprender a vivir por tu cuenta sin aleccionar y respetando hasta el extremo las decisiones que todos los demás tomamos constantemente. Curiosamente, o mejor dicho causalmente, es como más se acaba influyendo en los demás, con el ejemplo. Uno de los hombres más increíbles que ha pisado este planeta dijo una vez: "Si quieres cambiar este mundo, empieza por cambiarte a ti mismo". Se llamaba Mahatma Gandhi.

PARA: melancólicos que gustan de regocijarse en dramones chico-chica
ABSTENERSE: escapistas de las adversidades que provocan las crisis de pareja.

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