lunes, 24 de diciembre de 2012

De oxido y hueso

De óxido y hueso (2012), Jacques Audiard


Especialmente aquí, nos gusta identificar el cine del pais vecino con la nada original etiqueta de 'cine francés'. En general nos entendemos. Cine social, austero, que huye de estructuras clásicas (y no digamos hollywoodienses) y que parece recoger instantes aleatorios de las vidas de sus personajes. No es mi cine favorito, pero siempre he creído, respecto a todo (no sólo en cine) que si al final me llevan a algún lugar especial el camino siempre merece la pena.
A diferencia de la reciente En la casa (2012), que atrapaba desde el mismo principio, éste vuelve a ser un caso más propio de ese cine francés ... marca de la casa. Cámara en mano, situaciones familiares de personajes supervivientes en un mundo impersonal, cada uno con sus miserias. Es en esos instantes cuando este tipo de obras parece que le susurren a la platea: "Sí. También en pantalla comerás la misma lucha del duro mundo que nos está tocando vivir". Suspiras y piensas que la oportunidad de ir al cine hoy en día merece obtener a cambio experiencias a la altura.
Yo acudí (como no) persiguiendo a Marion Cotillard. No sólo acerté nuevamente con ella, sino con lo que la rodea.
Cuando la peli ha colocado a cada personaje en su lugar (incluido tú mismo), a base de unos primeros pasos secos, ásperos y sin la más mínima floritura, empieza a penetrar en el personaje que encarna Marion agitando sus emociones y con ello las nuestras. Ese instante en la terraza, con el viento en su cara, mientras ella recupera el vigor, es sumamente parco y puro, pero es una explosión de vida. No hacen falta violines a todo trapo, ni movimientos de cámara espectaculares, y no digamos efectos especiales. Es la esencia de porqué el cine es arte en movimiento.
La carga dramática que contiene el personaje de ella contrasta con la del protagonista. ¿Curioso verdad? Es la primera vez que me encuentro con un protagonista y un "falso protagonista" en la suma de la peli. Narrativamente, la historia nos sube a lomos del personaje del belga Mathias Schoenaerts (dicen que el nuevo Michael Fassbender), que sin embargo ofrece una dimensión como personaje cercana al encefalograma plano. El espectador está con ella, protagonista dramática de la historia, en un papel de lisiada que hemos visto mil veces como eje central de pelis lacrimógenas. La habilidad del director está precisamente en cómo huye de eso, apoyándose en un pseudo romance que por momentos parecería patético. Sin embargo, tratándolo como lo hace, a base de una relación de una simpleza aplastante, le confiere pureza. Lo que ya no me queda muy claro es si esa pureza llega a convertirse en absoluta verosimilitud. Sin duda, por momentos lo logra, y en su conjunto consigue que el camino haya valido la pena.

PARA: Los que prefieren la emoción de un regalo a su interior
ABSTENERSE: Los que se fijen más en el regalo que en sus intenciones

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