De óxido y hueso (2012), Jacques Audiard
Especialmente aquí, nos gusta identificar el cine del pais vecino con la nada original etiqueta de 'cine francés'. En general nos entendemos. Cine social, austero, que huye de estructuras clásicas (y no digamos hollywoodienses) y que parece recoger instantes aleatorios de las vidas de sus personajes. No es mi cine favorito, pero siempre he creído, respecto a todo (no sólo en cine) que si al final me llevan a algún lugar especial el camino siempre merece la pena.
A diferencia de la reciente En la casa (2012), que atrapaba desde el mismo principio, éste vuelve a ser un caso más propio de ese cine francés ... marca de la casa. Cámara en mano, situaciones familiares de personajes supervivientes en un mundo impersonal, cada uno con sus miserias. Es en esos instantes cuando este tipo de obras parece que le susurren a la platea: "Sí. También en pantalla comerás la misma lucha del duro mundo que nos está tocando vivir". Suspiras y piensas que la oportunidad de ir al cine hoy en día merece obtener a cambio experiencias a la altura.
Yo acudí (como no) persiguiendo a Marion Cotillard. No sólo acerté nuevamente con ella, sino con lo que la rodea.
Cuando la peli ha colocado a cada personaje en su lugar (incluido tú mismo), a base de unos primeros pasos secos, ásperos y sin la más mínima floritura, empieza a penetrar en el personaje que encarna Marion agitando sus emociones y con ello las nuestras. Ese instante en la terraza, con el viento en su cara, mientras ella recupera el vigor, es sumamente parco y puro, pero es una explosión de vida. No hacen falta violines a todo trapo, ni movimientos de cámara espectaculares, y no digamos efectos especiales. Es la esencia de porqué el cine es arte en movimiento.
La carga dramática que contiene el personaje de ella contrasta con la del protagonista. ¿Curioso verdad? Es la primera vez que me encuentro con un protagonista y un "falso protagonista" en la suma de la peli. Narrativamente, la historia nos sube a lomos del personaje del belga Mathias Schoenaerts (dicen que el nuevo Michael Fassbender), que sin embargo ofrece una dimensión como personaje cercana al encefalograma plano. El espectador está con ella, protagonista dramática de la historia, en un papel de lisiada que hemos visto mil veces como eje central de pelis lacrimógenas. La habilidad del director está precisamente en cómo huye de eso, apoyándose en un pseudo romance que por momentos parecería patético. Sin embargo, tratándolo como lo hace, a base de una relación de una simpleza aplastante, le confiere pureza. Lo que ya no me queda muy claro es si esa pureza llega a convertirse en absoluta verosimilitud. Sin duda, por momentos lo logra, y en su conjunto consigue que el camino haya valido la pena.
PARA: Los que prefieren la emoción de un regalo a su interior
ABSTENERSE: Los que se fijen más en el regalo que en sus intenciones
La vida es un guión que unos leen y otros interpretan, pero que sólo tú escribes. Está en tu mano.
lunes, 24 de diciembre de 2012
jueves, 20 de diciembre de 2012
La vida de Pi
La vida de Pi (2012), Ang Lee
En vida hay algo que hacemos casi con la misma frecuencia que respirar: decidir. Mucho más inconscientemente, está claro, pero decidimos. Qué pensar, qué decir, qué hacer. Aunque no necesariamente en ese orden. Millones y millones de decisiones. Sin embargo, muy pocos se hacen esta simple pregunta: ¿qué mueve mis decisiones? Muchos empezarán por las respuestas de concurso. Que si mi familia, que si mi porvenir, que si la salud... Pero si admitimos que el 99% de las decisiones son inconscientes entonces la cosa ya cambia. ¿Qué nos mueve? ¿Qué hay en nuestro interior diferente a la máquina biológica de cualquier animal?
Lo poco que había oido mencionar (a propósito) sobre el tema de esta peli se centraba en una visión muy singular acerca de la religión. Y la primera parte del film apunta claramente en esa dirección. Desde ese momento supe que muchísima gente se la perderá. Es lo que hay. Somos máquinas clasificadoras de prejuicios. Y eso que, en esta ocasión, el fondo viene acompañado de una forma sin duda espectacular. Un tigre asombroso creado por ordenador e imágenes a cual más impactante de la epopeya marina del protagonista.
No he leído el libro (espero leerlo) pero el espectáculo visual que ofrece la peli, combinado con su habilidad para hacernos reflexionar la convierte en algo que el cine nos ofrece cada vez menos veces. Sin megapretensiones filosóficas, ofrece un ejercicio de una notable lucidez para reflejar un viaje interior.
Como decía, sería una pena quedarnos con su enfoque religioso, porque en mi opinión no versa sólo sobre la fe en un Dios sino sobre la fe en nosotros mismos. Sobre cómo el protagonista interpreta y enfoca todo lo que le pasa. El personaje de la madre le dice a Pi al principio: "las ciencias son lo que mejor explica el mundo que nos rodea pero no pueden explicar nuestro mundo interior".
Salta a la vista la envidiable capacidad técnica de Ang Lee para abordar una peli de esta magnitud. Y, por si fuera poco, es autor de una de las filmografías más ricas del cine, con títulos como Sentido y sensibilidad (1995), La tormenta de hielo (1997), Tigre y Dragón (2000) o Brokeback mountain (2005). Pero lo que lo convierte en excepcional es su sensibilidad para dominar un rincón altamente inaccesible para la mayoría de los cineastas: el alma de la película. Habrá que estar más que atentos a la vida de Lee.
PARA: los que agradecen que una obra sacuda el interior de sus cabecitas
ABSTENERSE:los que se empiezan a poner incómodos cuando pasan 10min sin acción
En vida hay algo que hacemos casi con la misma frecuencia que respirar: decidir. Mucho más inconscientemente, está claro, pero decidimos. Qué pensar, qué decir, qué hacer. Aunque no necesariamente en ese orden. Millones y millones de decisiones. Sin embargo, muy pocos se hacen esta simple pregunta: ¿qué mueve mis decisiones? Muchos empezarán por las respuestas de concurso. Que si mi familia, que si mi porvenir, que si la salud... Pero si admitimos que el 99% de las decisiones son inconscientes entonces la cosa ya cambia. ¿Qué nos mueve? ¿Qué hay en nuestro interior diferente a la máquina biológica de cualquier animal?
Lo poco que había oido mencionar (a propósito) sobre el tema de esta peli se centraba en una visión muy singular acerca de la religión. Y la primera parte del film apunta claramente en esa dirección. Desde ese momento supe que muchísima gente se la perderá. Es lo que hay. Somos máquinas clasificadoras de prejuicios. Y eso que, en esta ocasión, el fondo viene acompañado de una forma sin duda espectacular. Un tigre asombroso creado por ordenador e imágenes a cual más impactante de la epopeya marina del protagonista.
No he leído el libro (espero leerlo) pero el espectáculo visual que ofrece la peli, combinado con su habilidad para hacernos reflexionar la convierte en algo que el cine nos ofrece cada vez menos veces. Sin megapretensiones filosóficas, ofrece un ejercicio de una notable lucidez para reflejar un viaje interior.
Como decía, sería una pena quedarnos con su enfoque religioso, porque en mi opinión no versa sólo sobre la fe en un Dios sino sobre la fe en nosotros mismos. Sobre cómo el protagonista interpreta y enfoca todo lo que le pasa. El personaje de la madre le dice a Pi al principio: "las ciencias son lo que mejor explica el mundo que nos rodea pero no pueden explicar nuestro mundo interior".
Salta a la vista la envidiable capacidad técnica de Ang Lee para abordar una peli de esta magnitud. Y, por si fuera poco, es autor de una de las filmografías más ricas del cine, con títulos como Sentido y sensibilidad (1995), La tormenta de hielo (1997), Tigre y Dragón (2000) o Brokeback mountain (2005). Pero lo que lo convierte en excepcional es su sensibilidad para dominar un rincón altamente inaccesible para la mayoría de los cineastas: el alma de la película. Habrá que estar más que atentos a la vida de Lee.
PARA: los que agradecen que una obra sacuda el interior de sus cabecitas
ABSTENERSE:los que se empiezan a poner incómodos cuando pasan 10min sin acción
jueves, 13 de diciembre de 2012
La parte de los ángeles
La parte de los ángeles (2012), Ken Loach
Teniendo en cuenta que venía de ver Holy Motors, no pude evitar sentir una plácida sensación de "vuelta a casa" al ver la nueva peli de Ken Loach. Está claro que, como cualquier film, puede gustar más o menos por mil razones, y hasta puede no gustar por utilizar una estructura clásica a más no poder. Pero, precisamente en este momento, cuando aun tenía fresca la inclasificable cinta de Leos Carax, la disfruté mucho.
No voy a entrar en aspectos del argumento (como casi nunca hago), pero sin embargo sí voy a insistir (como tampoco hago a menudo) en que se disfrute en versión original. El acento escocés no es de los más inteligibles que digamos, pero la peli destila por todos sus poros el aroma inconfundible del norte de las islas.
Loach tiene una habilidad envidiable para recrear la realidad social británica con una autenticidad rica en detalles. Como me hacían ver hace poco, es capaz de encontrar personajes, vestuario, rincones y situaciones que te hacen olvidar que estás delante de una pantalla.
Otra de sus señas de identidad es el dominio de un tono muy propio, que refleja la crudeza del día a día de clases sociales modestas pero en clave de comedia. Tarea náda fácil que él borda. En esta ocasión, gracias nuevamente a un guión de Paul Laverty, colaborador habitual y autor asímismo del guión de También la lluvia (2010), de Icíar Bollaín.
Lo que parece claro es que, desde sus primeras películas hacia esta parte, la edad puede haber reblandecido su visión de ese mundo social, o al menos la visión que él desea que obtengamos a través de su cine. En esta ocasión, el aroma que deja en boca este caldo añejo es plausiblemente más edulcorado.
Sea como sea, nadie podrá defender que no ha pasado un rato de lo más agradable y placentero, sin necesidad de estrujarse el cerebro, pero tampoco aplastando el encefalograma frente a cualquier alternativa adrenalínica de las que abundan, y que no se aguantan ni con tres whiskys de más.
PARA: los que les guste disfrutar tranquilamente de una buena bebida espirituosa
ABSTENERSE: los que sólo viven a ritmo de cubata y no tranquilamente que digamos
Teniendo en cuenta que venía de ver Holy Motors, no pude evitar sentir una plácida sensación de "vuelta a casa" al ver la nueva peli de Ken Loach. Está claro que, como cualquier film, puede gustar más o menos por mil razones, y hasta puede no gustar por utilizar una estructura clásica a más no poder. Pero, precisamente en este momento, cuando aun tenía fresca la inclasificable cinta de Leos Carax, la disfruté mucho.
No voy a entrar en aspectos del argumento (como casi nunca hago), pero sin embargo sí voy a insistir (como tampoco hago a menudo) en que se disfrute en versión original. El acento escocés no es de los más inteligibles que digamos, pero la peli destila por todos sus poros el aroma inconfundible del norte de las islas.
Loach tiene una habilidad envidiable para recrear la realidad social británica con una autenticidad rica en detalles. Como me hacían ver hace poco, es capaz de encontrar personajes, vestuario, rincones y situaciones que te hacen olvidar que estás delante de una pantalla.
Otra de sus señas de identidad es el dominio de un tono muy propio, que refleja la crudeza del día a día de clases sociales modestas pero en clave de comedia. Tarea náda fácil que él borda. En esta ocasión, gracias nuevamente a un guión de Paul Laverty, colaborador habitual y autor asímismo del guión de También la lluvia (2010), de Icíar Bollaín.
Lo que parece claro es que, desde sus primeras películas hacia esta parte, la edad puede haber reblandecido su visión de ese mundo social, o al menos la visión que él desea que obtengamos a través de su cine. En esta ocasión, el aroma que deja en boca este caldo añejo es plausiblemente más edulcorado.
Sea como sea, nadie podrá defender que no ha pasado un rato de lo más agradable y placentero, sin necesidad de estrujarse el cerebro, pero tampoco aplastando el encefalograma frente a cualquier alternativa adrenalínica de las que abundan, y que no se aguantan ni con tres whiskys de más.
PARA: los que les guste disfrutar tranquilamente de una buena bebida espirituosa
ABSTENERSE: los que sólo viven a ritmo de cubata y no tranquilamente que digamos
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