miércoles, 26 de junio de 2013

El hombre de acero

El hombre de acero (2013), Zack Snyder

¿Es un blockbuster? ¿Es un fenómeno? No, es Superman. Un superhéroe clásico, el superhéroe, revisado a base de todo aquello en lo que se ha convertido el mundo global más allá del siglo 20: acción, desenfreno, espectáculo de masas, esteroides y pelotazos en taquilla. En dos semanas ya ha duplicado su desmesurado coste, así que entiendo que las críticas se las meterán entre capa y "espalda".
No soy en absoluto el típico machacón de este tipo de ruidosas superproducciones. Sin ir más lejos, me he tragado muy a gusto la trilogía de Batman a cargo de Christopher Nolan, aquí productor. Es más, siempre defenderé que en el cine, como en cualquier arte, nunca puedes ser rotundo acerca de qué estilo te gusta. Si algo es bueno para tí, pues es bueno y punto. Es muy simple. Sin embargo, he repetido asiduamente que lo cortés no quita lo valiente. Traducido: cuando tienes tantísimos medios, ¿no podrías mimar un poco más el guión?
He leido que Superman returns (2006) se estrelló por su falta de más escenas de acción. Ha quedado corregido. Pocos son los rincones del planeta tierra y parte del universo contra los que no se estrella nada en esta última y renovada visión del héroe nº1 de los comics.
Ese renovado planteamiento es uno de sus mayores logros. Las comparaciones con el otro Christopher (Reeve) son absolutamente inevitables. Y es de reconocer que la nueva sale airosa en varios terrenos, empezando por el protagonista. Más que digno Henry Cavill, aunque algo irregular. Por momentos lo compras de cabo a capa, mientras que un segundo después te reconoces raro habiéndolo aceptado. Así, toda la peli. Y con Lois y Amy Adams, ocurre tres cuartos de lo mismo. Quizás el que salga mejor parado sea un imponente general Zod, a cargo de un actor en alza, como Michael Shannon.
Pero, sinceramente, ni me apetece ni me motiva empezar a comparar ambos films en todos los aspectos posibles. Lo que sí quiero subrayar es el que para mí deviene el elemento clave que puede convertir una peli vistosa en un film de referencia, y que en este caso se ha evaporado: la gestón de los tiempos. A rebufo de todos las megaproducciones tipo Los Vengadores (2012), la recién estrenada versión del superhombre no da el más mínimo respiro para que cale en el espectador el nutrido cocktail sembrado durante su arranque y desarrollo: información constante, personajes por los que se pasa de puntillas, escenas a toda leche sin incluso estar justificadas, saltos narrativos, sentimientos de unos y de otros, etc etc etc. Y cuando uno consigue acostumbrarse a ese ambicioso código, todo explota por los aires: literalmente. La segunda parte de la peli es tan atropellada que lo conseguido en una primera mitad, a base de la redefinición de Krypton, del planteamiento de la peli y de la introducción de los personajes, se ve superado por un no parar de adrenalina que en ningún momento permite que nos apropiemos de nada.
Es harto evidente que en el equilibrio está la virtud. Estoy convencido de que ese público jóven que en su mayoría pagará las entradas a nivel mundial no se hubiese ofendido ante un guión más rico en algo tan estimulante y sobrecogedor como los silencios. Como, por ejemplo, los que subrayaban las dudas que atormentaban al joven Clark Kent tras la muerte de su padre en la versión de Richard Donner de 1978. Un vasto prado en pleno atardecer en el que madre e hijo se despiden con una mirada. Dicho de otro modo. Si queremos que la emoción nos invada la primera ocasión en que Superman echa a volar sembrémosla y llenemos ese momento de expectativa. A eso me refiero con la gestión de los tiempos. Pero en lugar de eso, al ritmo que marca este siglo, todos a la carrera porque el tiempo ... vuela.

PARA: hacer interesantes comparaciones con el incomparable
ABSTENERSE: obvios alérgicos a los superhéroes veraniegos

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