miércoles, 22 de mayo de 2013

To the wonder

To the wonder (2013), Terrence Malick


No puedo esconder mi decepción. Aun así, hay que reconocer que era harto complicado que la inolvidable experiencia de El árbol de la vida (2011) no le pasase factura al siguiente ejercicio de Malick. Los que me conocen saben cómo defendí la anterior cinta de este controvertido director. Tampoco soy devoto del mismo. No penetré en La delgada linea roja (1998), y con El nuevo mundo (2005) fui de menos a más, pues no me llegó la primera vez pero sí volviendo a verla el año pasado (será que estaba yo en otra onda :-).
El otro día hablaba del frenético ritmo en rodar pelis de Soderbergh (que ahora parará precisamente). Malick es el lado opuesto. Cuatro pelis del 73 al 2005. Pero ahora se ha acelerado, y no para bien. Dos pelis en 3 años y 3 más en post-producción.
Donde quiero poner el acento es en el cambio tras El árbol de la vida (2011). Antes combinaba dentro de sus films la narrativa convencional con esa lírica visual centrada en los pensamientos y sentimientos de sus protagonistas. Pero ahora ha decidido quedarse exclusivamente con esto último. Claro, si bañas eso con un mensaje de la trascendencia y poder de El árbol de la vida (2011) y lo acompañas de imagenes desmayantes, pues es una cosa. Pero si te pasas 2 horas dándole vueltas a lo mismo con 4 personajes y con sus característicos bailes de encuadre y sintonía mística, pues es otra cosa. Mención aparte para la participación de Bardem en el papel de cura en pueblo perdido: ¿por qué lo escogió a él?
La pregunta que surge entonces es: ¿cuál era su intencion con esta última peli? Se centra en el amor, tanto el de pareja como el espiritual, vinculado a la fe. Un tema infinito, pero que con el invariable tono mencionado consigue convertir en redundante. Tampoco le ayudan algunas reflexiones, en ocasiones interesantes, pero que por momentos están cerca de ser banales.
En cuanto a su mensaje, y viniendo de quien viene, será normal que cada uno interprete a su antojo. Lo que yo respiré es que Malick plasma la dificultad que nos supone integrar nuestra individualidad en el conjunto en el que todos vivimos. Ocupar un lugar y sentirnos a gusto en él es un reto, a veces, titánico. La profesión de Ben Affleck en la peli es para mi la muestra de que vivimos rodeados de un tipo especial de contaminación, que bombardea nuestra propia determinación para hallar ese lugar. No vivimos suficientemente dentro de nosotros mismos. Somos islas que queremos formar parte de un continente. Si es así me parece maravillosa la metáfora del Mont Saint Michel.
Pero insisto en que el resultado me parece saturado. Me llama la atención la ingente cantidad de material que este hombre debió rodar para esta peli. Y ya no digamos lo que tuvo que ser montarlo. Pero Malick no monta peliculas. Sin duda, monta experiencias. Lo que ocurre es que en esta ocasión descuidó el todo por las partes.

PARA: los que nadan como pez en el agua ante films alejados de convencionalismos
ABSTENERSE: los que se ahogaron con El árbol de la vida o ni siquiera se zambulleron en ella

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