domingo, 14 de octubre de 2012

Lo imposible

Estrenos:
Lo imposible (2012), J.A. Bayona


Comentar una peli que reproduce espeluznantes hechos reales siempre me provoca la misma sensación: hay que separar al máximo su logro evocador de la experiencia de su logro como pieza cinematográfica. Y me parece necesario aclarar que su logro como conjunto no se alcanza tanto por la suma de ambos sino, probablemente, si el segundo supera al primero: si lo que se cuenta se ve superado por cómo se cuenta. Salvando todas las distancias, es algo que ya mencioné al comentar La voz dormida.
Yendo por pasos, la recreación del terrible tsunami que arrasó Tailandia es, en una palabra, sobrecogedora. Las escenas que muestran los territorios arrasados por la marea son más que impactantes. Pero, sin duda, las que pasarán a la historia del cine de catástrofes serán las que reproducen los instantes del momento de la devastación. Gracias a la filmación en un inmenso tanque con millones de litros de agua real, el film se recrea en transmitirnos todo el horror que pudimos haber imaginado y el que nos es imposible imaginar a los que no lo vivimos en primera persona. Cada rama, cada piedra, cada cristal hechos añicos eran armas que rajaron bajo el agua a cientos de miles de inocentes vidas que en ese preciso instante ni siquiera eran conscientes de ello. La mente no piensa. Sólo quieres respirar y sobrevivir. Todo el magistral detallismo de la primera parte radica en hacernos vivir con un realismo al borde de la crueldad lo que tuvo que ser pasar por ese trance. Y eso es algo que la mayoría de las pelis de catástrofes evita, obvia o descuida.
Claro, cuando las aguas vuelven a su cauce y conseguimos recuperarnos del impacto, resulta, precisamente, imposible que la peli mantenga ese pulso. Nuestra atención, absolutamente secuestrada, es liberada para asistir al deambuleo de los supervivientes en un escenario y en unas situaciones que ya son más imaginables, predecibles y conocidas. Y aunque no dejan de estar retratadas con una envidiable dirección artística, el abuso del recurso lacrimógeno desmerece lo conseguido hasta ese instante.
El cómo se nos cuenta, referido a la gestación de su desenlace, lastra de manera injusta el mérito de la primera parte.  Aun así, sería igualmente injusto no reconocer las meritorias interpretaciones del hijo mayor y, sobretodo, de una espléndida Naomi Watts.
Pues en línea con lo mencionado al principio, el cómo cinematográfico no supera al cómo evocador de la tragedia. Pero, sea como sea, llevar a cabo una obra de semejante envergadura con esta pericia es algo que debe reconocerse con mayúsculas por encima de cualquier otra cosa.

PARA: amantes de las grandes producciones sin efectos especiales.
ABSTENERSE: aprensivos ante el drama humano y alérgicos al dramón.

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