sábado, 4 de enero de 2014

El norte


                                                                                   Ilustración del blog El más variado

Si siempre había crecido en un ambiente virgen, rodeado de naturaleza y sin el más mínimo conflicto. ¿Porqué le atraía tanto ese tugurio subterráneo inundado de humo? Ningún rincón de los que presentía allí se parecía a nada de lo que había respirado en su casi medio siglo de vida. Podía descifrar cada olor, cada hedor, cada insignificante resto de los muy pocos aromas que quedaban en aquel sótano. ¿Qué hacía allí? ¿Cómo podía resistir el evidente riesgo que amenazaba su vida? Quizás nada de todo aquello existía en su interior. ¿Cuál es la diferencia entre lo que percibimos y todo lo demás? ¿Entre lo que nos ocupa y lo que nos preocupa? ¿Dónde está la frontera? Es estúpidamente obvio que cada uno la marca, pero ¿cuáles de nuestras experiencias construyen esa frontera y cuáles no? En ese momento, lo único que venía a su mente era una mañana en la ópera. Una visita escolar de las que se jactaban en ofrecer para niños especiales. Dudaba que lo fuese hasta entonces. Pero vaya si lo fue desde ese instante que giró rabiosamente el rumbo de una vida llena de oscuridad. A partir de ese día disfrutaría de un norte copado por una luz que sólo podía guiarle, porque ya no podía cegarle. Sus oidos serían sus ojos, su olfato, su tacto, y algún día su gusto. Y ese día había llegado, en aquel lugar abandonado, amenazante para otros, en medio de una guerra tan devastadora como anunciada. ¿Qué es la esperanza? Algo que la humanidad había perdido al mismo ritmo al que crecía la suya, guiándole hasta allí. Hasta el insospechado lugar dónde volvió a escuchar la voz de quien nunca podría ver. Como si pudiese importarle. Cuando lo encuentras, cuando encuentras lo que has estado buscando toda tu vida, entonces la frontera ya no existe.

martes, 31 de diciembre de 2013

Inalcanzable

                                                 ilustración de Juan Sebastián Wilches (CreativosColombianos.com)

Sólo durante una fracción de segundo él levanta la mirada. No puede explicarse por qué lo ha hecho. La mínima posibilidad de cruzarla con la de ella le aterroriza. Quizás es un impulso desbocado por pensar que su mala suerte no puede ser eterna. Pero su confianza dura tanto como un disparo inesperado. Su expresión refleja una  penetrante cuchillada cuando sus ojos y los de ella coinciden. Tiene que hacer algo. Tiene que decidir antes de que su mano aplaste la copa de vino que olvida estar sujetando. Su temblor amenaza con desbaratar cualquier otro plan. Ya es demasiado evidente, pero bajo ningún concepto levantará la mirada de nuevo. Ahí acierta. Demorar unos segundos más esa visión es la mejor alternativa. Quizás la única. Lo de menos en ese momento es verse desnudo, con miles de gotas de sudor río abajo, encharcando las sábanas y suavizando el rojo de la sangre hacia un futuro rosa. Por un momento, le tranquiliza saber que pronto dejará de ver ese dedo gordo. En cuanto quede completamente sumergido por ese charco de líquidos olvidará que a éste le sigue un pie que ya no tiene dueña. Lo peor es que su paz siempre es efímera. Los oídos de sus entrañas no se pueden tapar. No pueden amortiguar los alaridos que rasgan lenta y cruelmente el rincón más cercano y más inalcanzable de este mundo: su corazón. Ni siquiera podrá conservar un trocito. Cada día a esa hora explota de tal manera que en lugar de partirse se licua. Su último pensamiento siempre es para aquel niño. Una vaga imagen que gana forma con el tiempo. Un alma que le impulsó  a convertir aquella escena en un camino al escenario. Una semilla que, como todas, sólo sabe prometer. Y su última respiración le deja por fin tranquilo. Morir cada día allí arriba era la mejor manera que podía haber imaginado de vivir. Lo de menos eran aquellos histéricos y atolondrados aplausos que algún día esperaba aprender a desoír. 

lunes, 30 de diciembre de 2013

Microrrelatos


Este blog también se podría haber llamado Nunca es tarde. Una máxima que gana con los años. Cuanto más tarde se hace, más cierta es.
Ya os avisé que lo de comentar pelis estaba liquidado. Me inquieta más escribir. Léase crear, no comentar. A poder ser guiones para ver. Eso lo sabéis. Pero algo me llamó. Fue la necesidad de vaciar mundos en lo que dura un café. Gérmenes de algo que nunca será o de algo que ya se verá.
Vivimos en la era de la multitarea. Multipistas que albergan crecientes tareas que aprender a manejar a la vez. Lo de aprender va por todos los del siglo pasado. Los demás ya lo llevan en la sangre.
Así que corto pero intenso. Como la vida misma.
Prometo emociones y espero que merezcan opiniones. No esperéis. Escribid. Comentádmelas en el blog, que hace ilusión. Pero hacedlo desde vuestras sensaciones. Dejad la cabecita en el parking y fluid. Los grandes momentos siempre están compuestos de pequeñas grandes sensaciones. Y si las compartimos siempre se amplifican. ¿Es ese el secreto de la gran red?
Aprovecho para desearos a todos un genial 2014. Y para despedir este necesario año, mañana tendréis el primer microrrelato.
Nunca es tarde.